El lunes, en Sevilla, venía de jugar a fútbol cuando vi los juzgados rodeados de cámaras y fotógrafos. Lo de Marta del Castillos, seguro.
Como al día mueren más de un millón de personas y a nadie le importa quería saber que opinaban de una.
¿A qué hora vienen?
No lo sé señora.
¿Cuántos hay detenidos? Ayer en la tele dijeron que cuatro, pero en el periódico dicen tres.
Acabo de llegar, no lo sé señora.
Y después de comprobar mi, para ella más que incomprensible desconocimiento, se va. Suenan silbatos, empieza el show…
Gritos de acompasados de “¡asesino!”; no como en el estadio del Atlético, donde a los gritos de “Cerezo cabrón fuera del Calderón” se les unía un “Zapatero dimisión”. Y es que Intereconomía perjudica seriamente la salud…
Mental, por supuesto.
El coche pasa que ni en Bienvenido, Mister Marshall…
Abucheos, más gritos y se acaba el show. El pueblo se marcha a su casa mientras paseando recuerda la última jugada. Llegarán a sus casas; pondrán la tele; tomarán su pequeña dosis de sufrimiento, del que tanto alivia; y se dormirán pensando que mal está la juventud…
…Pero no me preocupa mucho cuando lo dice la generación que enfrentó fusil contra fusil.
Y allí está el gobierno. Y como debe ser más alta, más guapa y más mejor, la oposición; el, para que nos entendamos mejor, Señor de las Españas, que no de su partido. Incomprensiblemente, desde el punto de vista político, se van a reunir con el padre de Marta del Castillo.
Y es que en este país se pretende que la política vaya a cargo de las víctimas, como la antiterrorista: la mayoría colgarían a los asesinos del árbol más alto…
En palestina lo normal es que un niño de 10 años quiera hacer volar por los aires a cualquier israelí; en el Congo llevar un metralleta; en Irak una kalashnikov…
En este país… ¿quién educó esa mente enajenada?
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