jueves, 11 de septiembre de 2008

Recuerden, recuerden, el 11 de septiembre…


destrucción, pólvora y traición.


Hoy todos los telediarios abren con las mismas imágenes, los periódicos parecen haberse puesto de acuerdo compartiendo portadas y da la impresión que la radio suena con eco.


Hoy, décimo primero de septiembre, se guardarán minutos de silencio, habrá actos de conmemoración, se oirán voces contra terrorismo, habrá mesas redondas donde eruditos de las ciencias sociales discutan acerca de por qué pasó y cuáles fueron las consecuencias de la caída de las gemelas…


Pero nadie se acordará de un hombre…

Un Robin Hood de la política, el último romántico.

Un mago de la palabra.

Un ciudadano ejemplar, que construía letra tras letra los sueños de millones de personas.

Un poeta de la oratoria, que dejó discursos memorables.



Cuando se hace una historia se habla de un viejo que cuenta, un niño que escucha, pero esta historia es diferente. El ser del que escribo es de otro tiempo y de todos los tiempos.


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Allende cumplió íntegramente su programa electoral, hacienda especial hincapié en los derechos humanos. Entre otros logros, como recoge M. Ahumada en su artículo: los mapuches expresaron sus demandas sin temor a represalias y fueron visitados por primera vez en nuestra historia por un presidente en sus propias reducciones; los trabajadores de la cultura lograron, como nunca antes en ningún gobierno, difundir poesía, canciones y obras de teatro acunadas por el propio pueblo; eligieron directamente en sus sitios de trabajo a los dirigentes de la CUT en 1972, fenómeno democrático inédito en la historia del movimiento obrero mundial; dictó un reajuste del salario mínimo; los salarios tuvieron un aumento efectivo del cuarenta por ciento; congeló los precios de los artículos de primera necesidad e implementó la distribución gratuita de leche; planteó una reforma agraria; nacionalizó la compañía de teléfonos, la banca y el cobre…



Pero la situación era muy tensa: la CIA financiaba a grupos terroristas para cometer atentados y desestabilizar al gobierno de Salvador, los Estados Unidos hacían una asfixiante presión que ahogaba la economía chilena a la vez que la izquierda pedía cambios más rápidos, a veces violentos, a lo que el presidente se negaba.


Sorprendente como Allende pide la palabra:


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Pero más admirable es la actitud del presidente ante la falta de respeto de Nixon, que incluso llega a decir: “hay que aplastar a ese hijo de puta”…


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Si hoy pienso como pienso se debe a que con unos 12 años empecé a escuchar los discusos de Salvador Allende, discursos que derrochan nobleza, discursos como este:

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Y un 11 de septiembre de 1973..


las fuerzas armadas chilenas con el apoyo del gobierno de los Estados Unidos, paradójicamente el que hoy llora las víctimas de un atentado terrorista, acabaron con el sueño de un pueblo.


Allende, en su despacho llega a decir "Pobre Pinochet, debe estar preso".


Tras hablar en Radio Magallanes con palabras que llaman a la tranquilidad y a evitar una guerra civil, un derramamiento de sangre, cumple con lo que dijo en el Estadio Nacional: “dejaré La Moneda cuando cumpla el mandato que el pueblo me diera, defenderé esta revolución chilena y defenderé el Gobierno porque es el mandato que el pueblo me ha entregado. No tengo otra alternativa. Sólo acribillándome a balazos podrán impedir la voluntad que es hacer cumplir el programa del pueblo"


Así terminó un hombre sencillo, amable que tan sólo quiso el bien de su pueblo, un pueblo que no le merecía y no supo responder a su sacrificio…


Para matar al hombre de la paz
para golpear su frente limpia de pesadillas
tuvieron que convertirse en pesadilla,
para vencer al hombre de la paz
tuvieron que congregar todos los odios
y además los aviones y los tanques,
para batir al hombre de la paz
tuvieron que bombardearlo hacerlo llama,
porque el hombre de la paz era una fortaleza
Para matar al hombre de la paz
tuvieron que desatar la guerra turbia,
para vencer al hombre de la paz
y acallar su voz modesta y taladrante
tuvieron que empujar el terror hasta el abismo
y matar mas para seguir matando,
para batir al hombre de la paz
tuvieron que asesinarlo muchas veces
porque el hombre de la paz era una fortaleza,
Para matar al hombre de la paz
tuvieron que imaginar que era una tropa,
una armada, una hueste, una brigada,
tuvieron que creer que era otro ejercito,
pero el hombre de la paz era tan solo un pueblo
y tenia en sus manos un fusil y un mandato
y eran necesarios mas tanques mas rencores
mas bombas mas aviones mas oprobios
porque el hombre de la paz era una fortaleza
Para matar al hombre de la paz
para golpear su frente limpia de pesadillas
tuvieron que convertirse en pesadilla,
para vencer al hombre de la paz
tuvieron que afiliarse siempre a la muerte
matar y matar mas para seguir matando
y condenarse a la blindada soledad,
para matar al hombre que era un pueblo
tuvieron que quedarse sin el pueblo.

wwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwMario Benedetti




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